Historia y simbología

Ermua ha sido designada, según documentos antiguos, con el sobrenombre de Villa Ferrera, por su histórica dedicación a la elaboración del hierro.

Zona fronteriza y de fricciones constantes, nuestra localidad fue escenario de las luchas banderizas, lo que obligó a la construcción de torres y murallas defensivas. En épocas de paz, se hicieron caminos de relaciones cordiales y de tráficos mercantiles. Una de las razones de la prosperidad del pueblo fue precisamente el Camino Real, que comunicaba Bizkaia y Gipuzkoa.

Lugar de paso de peregrinación jacobea, Ermua se encontraba dentro de la ruta que iba desde Irún a Itziar por la costa, donde se dividía, por un lado hacia Markina, Zenarruza, Gernika y Bilbao, y por el otro hacia Lekeitio por la faja costera. Esta versión, una de las infinitas variantes que el Camino tuvo desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela en los siglos XI y XII, parece demostrada en la advocación de Santiago que lleva la iglesia parroquial de Ermua, así como las numerosas veneras que aparecen en los escudos que aún se pueden contemplar en las fachadas de algunas casas señoriales.

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¿Pero cuándo se fundó Ermua? El desconocimiento de la primitiva carta puebla nos deja con esta incógnita. Sin embargo, la carta de confirmación del infante Don Juan, otorgada en Burgos el 20 de enero de 1372, prueba claramente la existencia anterior de la misma.

Los historiadores la sitúan a fines del siglo anterior, en el señorío de Don Lope o de Don Diego López de Haro, al tiempo de la fundación de la Villa de Tavira de Durango. Esta confirmación de 1372 renueva la concesión a esta Villa de unos términos municipales que fueron ocasión de pleitos seculares con las anteiglesias vecinas; de la iglesia de Santiago; de un mercado semanal, los sábados; de la obligatoriedad a caminantes y recuas de pasar por el camino real de Ermua; de la exención de impuestos de tráfico; libertad de comercio, etc. El documento también alude a los molinos, ferrerías y referrerías, existentes en la Villa, a finales del siglo XIV.

En el siglo XVI participó con sus ferrerías en el comercio de productos metálicos de exportación hacia el norte de Europa o hacia las Indias, a través de Sevilla. Mercaderes de Ermua como Cristóbal de Bustinza o Pedro de Mallea aseguraban en el Consulado de Burgos partidas de fierro y clavazón. En ese siglo, Domingo y Santiago de Bustinza enviaron a la iglesia parroquial de Ermua uno de los relicarios más notables de Bizkaia.

El gran siglo de Ermua fue el XVIII. Todavía hoy la gran mole de la torre barroca (1738) y la cúpula del palacio de Valdespina constituyen sus monumentos artísticos más sobresalientes. Al final de este siglo, sin embargo, Ermua conoció la tragedia; y es que el 29 de agosto de 1794, durante la Guerra de la Convención, un incendio, fruto de la invasión francesa, destruyó gran parte de los edificios de Ermua. En aquel entonces, la principal industria de Ermua consistía en la elaboración de llaves y cajas de armas, cuyos cañones se fabricaban en la misma villa. Su calidad podía competir con las mejores de la época, pero decayó considerablemente tras el incendio.

Ermua ha sido cuna de personajes ilustres en las letras y en las armas. Sin duda, el más célebre de todos fue Andrés Agustín de Orbe y Larreategui (1672-1740), colegial del Mayor de Santa Cruz, de Valladolid y profesor de Decretales en su Universidad, Obispo de Barcelona (1720), Arzobispo de Valencia (1725), Presidente del Consejo de Castilla (1727-33), Inquisidor General (1733) y Nuncio Apostólico. Felipe V le otorgó el título castellano de Marqués de Valdespina a favor de su sobrino Andrés Agustín de Orbe y Zarauz para quien construyó el palacio.

Puede citarse también a don Pedro de Orbe, inquisidor de Zaragoza; don Francisco de Aranda, arcediano de Toledo; don Mateo de Eizaguirre, primer Conde de Santa Ana en Panamá el año 1775; don Andrés de Orbe y Larreategui y don José Mª de Orbe y Elio, Marqués de Valdespina, diputado general en los años 1825 a 1827, y caballero del hábito de Santiago.

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Imagen antigua del Palacio Marqués de Valdespina

Escudo

El escudo que Ermua ha venido usando en los últimos tiempos se define como un escudo partido: 1º en campo de plata, una cruz de gules resaltada de un roble arrancado de sinople, con dos lobos de sable, pasantes, uno por delante y otro por detrás del tronco, cebados de sendos corderos; 2º en campo de azur, dos estrellas de ocho puntas de oro, puestas en palo, surmontadas de un creciente ranversado de plata y acompañadas a diestra, punta y siniestra de una cadena de doce eslabones de oro puesta en orla; y en jefe una venera de plata cargada de una Cruz de Santiago de gules. Bordura general de oro, cargada con cinco leones pasantes de gules. El escudo como ornamento exterior lleva por soporte y embrazándole un león.

 

Bandera

La bandera de la Villa de Ermua, de color carmesí, lleva bordado el escudo de la Villa; en la parte inferior y con letras de oro lleva la siguiente inscripción: Ayuntamiento de la Villa de Ermua.

 

Casa Consistorial

Situado en el corazón de la Villa de Ermua, frente a la iglesia parroquial, el Palacio de Valdespina es uno de los mejores ejemplares de residencia barroca en el País Vasco, tanto por la calidad de sus materiales como por lo acertado de su diseño. Tipológicamente se enmarca dentro del mundo barroco del segundo cuarto del siglo XVIII en versión culta y ornamentada.

Hoy en día su carácter residencial ha sido sustituido por una función institucional, al acondicionarse como Casa Consistorial. La reutilización del edificio ha supuesto la modificación o supresión de algunos elementos como la escalera patín que comunicaba el piso noble con la huerta, o la reconversión de ésta en jardín.

El exterior

El Palacio Valdespina es un edificio grande en el que destacan la escalera central, cubierta con la linterna que establece diálogo con la del campanario de la iglesia de Santiago, y el protagonismo de la fachada de poniente generosamente abierta al jardín.

El espacio se organiza a partir de un hueco central, rodeado por una zona habitable, que sirve, fundamentalmente, como foco de luz al interior del edificio -para ello se cubre con una cúpula abierta mediante linterna- y, parcialmente, como escalera de acceso a la primera planta.

De las cuatro fachadas del edificio se potencia la principal, la que mira a la calle y a la iglesia. Se organiza en una retícula de cuatro ejes simétricos a uno central en el que se localiza el acceso al interior. Según se va ascendiendo se complican las molduras que recercan las ventanas, aunque los frontones de sabor clasicista del tercer piso mitigan un tanto este efecto.

En las cantoneras de la fachada hay sendos escudos con las armas de los Orbe y Larreátegui con espectaculares guarniciones de hojarasca. Mención aparte merece la forja de los balcones, magnífica, aunque estéticamente sea de carácter tradicional.

La fachada zaguera se resuelve también a un gran nivel, equilibrando lo funcional con lo estético. Se trata de una bonita pantalla de tres alturas dispuestas en Ioggias de diferente diseño. La inferior de tres huecos, la central de cinco vanos de medio punto sobre capiteles de dado, y la superior que combina los medios puntos con dinteles más estrechos sobre los que aparece decoración de placas chorreadas.

Uno de los elementos más significativos del edificio es la cúpula que lo corona. Se alza sobre un tambor ochavado perforado por cuatro óculos sobre los que se quiebra la cornisa. La cúpula en sí es hemisférica con una linterna que remata en pináculo, bola y veleta. Recoge las mismas formas que el campanario de la iglesia parroquial con el que se halla en equilibrada relación.

El interior

El Palacio de Valdespina se estructura espacialmente a base de un gran hueco rodeado perimetralmente de un anillo habitable, desarrollados ambos en igual alzado, desde la planta baja hasta la superior.

El hueco nuclear corresponde a la caja de la escalera noble que se forra en muros de sillería, en los que se abren vanos adintelados, recercados en oreja, por donde se iluminan las estancias más interiores del palacio. Este amplio espacio sirve de caja de escalera, pero sólo parcialmente, en cuanto que ésta no asciende más que hasta el piso primero. El resto de la caja es sólamente foco de luz y de ventilación; no es soporte de escalera. Esta une las dos plantas altas lateralizadamente, al centro de la fachada de poniente. Es de tramos de madera.

La escalera noble, de tres tramos apoyados en los muros y en una toscana, es de peldaños de piedra. La barandilla es de forja. Se resuelve, por tanto, a muy diferente nivel de calidad respecto de la escalera auxiliar.

El hueco de la escalera se cubre con cúpula sobre pechinas; y ésta, a su vez, por linterna, imagen apenas apreciable desde el zaguán, pues vuela a unos veinte metros de altura.

El área envolvente de este cuadrado lo constituyen, propiamente, los habitáculos del palacio, amplias salas abiertas a las cuatro fachadas y socorridas como muro de carga por la propia caja de la escalera, todo sobre forjados de madera noble.

Todo el conjunto, en lo que a la imagen interna del edificio respecta, se resuelve con gran limpieza, tanto por el trazado de la escalera como por la calidad del habitáculo, bello, proporcionado, monumental, perfectamente distribuido.

Historia

Valdespina no es un solar antiguo. Es un solar relativamente moderno, de mediados del siglo XVIII. El origen del palacio hay que buscarlo en el mecenazgo sobre su familia del arzobispo de Valencia e inquisidor general, don Andrés Orbe y Larreátegui, un personaje influyente durante el primer tercio del siglo XVIII.

La fuente fundamental de información sobre el solar debiera ser el archivo de la casa, que fue ordenado por Iturriza, quien, desgraciadamente, no nos participa nada sobre sus constructores materiales y las circunstancias del palacio. La carencia documental hace que cualquier conclusión sea provisional.

Los Orbe proceden de Anguiózar (Gipuzkoa), desde donde salieron en la generación anterior al arzobispo, para establecerse en la villa de Ermua. Al final de sus días planeó el arzobispo elevar en su pueblo natal un palacio, y asegurarse una sepultura; además debió dotar al templo parroquial con diferentes mandas.

De hecho, logró el arzobispo un título para sus deudos, el marquesado de Valdespina, y mandó construir el palacio que nos ocupa, financió su propia sepultura en la parroquial, donde abrió una capilla, la de la Encarnación (probablemente también la de la Dolorosa) y, presuntamente, construyó el campanario.

La fecha del encargo del palacio no se conoce más que aproximadamente. Es tradición que el arzobispo, que falleció en 1740, no vio el palacio terminado. Lo que sí es seguro es que éste estaba acabado en 1759.

Se desprende la noticia de una declaración jurada del arquitecto Joseph de Zuaznabar sobre las obras que había hecho, entre otros lugares, en la «Casa Palacio de Hermua».

No existe ninguna duda de que el Palacio de Valdespina responde a los planteamientos habituales a mediados del siglo XVIII (y en este tipo de edificios) que es cuando lo encarga Orbe y cuando lo construye Zuaznabar.

Imagen del escudo de la fachada este del consistorio
Es muy cierto que Valdespina se identifica con la arquitectura doméstica monumental vasca. Por eso presumimos que el tracista de la obra debió de ser un arquitecto vasco, aunque existe la tendencia a atribuirla al tracista valenciano no identificado que el arzobispo contratara en su archidiócesis.

De todas formas, no tenemos elementos de juicio suficientes al respecto. Zuaznabar no es un cantero más; es un maestro importante que sabe trazar, que acude a peritajes, que aconseja a Ibero... Parece claro que la cúpula del palacio ermuarra es algo exótica en la arquitectura residencial vasca, pero bastante bien determinada en la arquitectura borbónica. Mientras no despejemos la incógnita del tracista, seguirá siendo un gran problema el de la cúpula de Valdespina. Puede ser pista buena la cúpula del Palacio Real de Madrid.

Los avatares políticos en que el título de Valdespina se vio envuelto durante todo el siglo XIX son ingredientes fundamentales en el significado histórico del palacio, y en la propia biografía física del mismo. Es uno de los valores históricos del edificio. En efecto, Valdespina ha sufrido diversas calamidades que no han podido borrar su magnífica imagen interna y externa. El incendio durante la primera guerra carlista obligó a los Valdespina a reconstruir algo la obra, que, mal que bien, se mantuvo habitada hasta comienzos de los años 80.

Entre los hijos más ilustres del solar de Valdespina cabe citar en primer lugar al fundador, don Andrés de Orbe y Larreátegui (1672?1740). De Felipe V (fue además de los cargos arriba señalados, presidente del Consejo de Castilla) recibió el título castellano de marqués de Valdespina para su sobrino Andrés Agustín de Orbe y Zarauz, hijo de Juan de Orbe, hermano del arzobispo (1736).

Durante el siglo XIX, los Valdespina ocuparon el primer plano en la vida de Bizkaia, sobre todo en el campo político y militar. José María de Orbe y Elio, tercer Marqués de Valdespina, apodado «El Manchuelo», fue uno de los más esforzados adalides de la causa carlista en Bizkaia. Intervino en el primer sitio de Bilbao, en 1836. Hacía pocos años que se había constituido en uno de los más decididos promotores de las obras de la Casa de Juntas de Gernika.

En la primera guerra carlista desarrolló un rol importante otro miembro de la familia, Juan Nepomuceno Orbe y Mariaca, IV marqués de Valdespina.

Años después, durante la segunda guerra carlista, en el nuevo asedio a Bilbao (1874), destacó la personalidad de los hermanos Cándido y José María Orbe y Gaytán de Ayala... Pocos solares vizcaínos han proporcionado tantas personalidades a la historia política y militar vasca durante el siglo XIX. Hoy el edificio es propiedad del pueblo de Ermua, por adquisición a los herederos del título de la Baronía de Montevilla.

 

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Lobiano Kultur Gunea

Construido en el siglo XVI, es una de las máximas aportaciones vizcainas a la arquitectura residencial renacentista. El promotor fue Don Francisco de Lobiano.
 

El exterior

Es un edificio de planta rectangular, aparejado en sillería y sillarejo, asomado a la calle en dos alturas separadas por placas de imposta, que se perforan por vanos adintelados cubiertos con frontones y por una puerta adintelada de gran altura entre columnas de orden jónico que se apoyan en grandes bases.

Sobre el dintel está el paramento almohadillado, y sobre las almohadillas, cabezas labradas que a modo de medallones representan acaso a familiares de los Lobiano. Posee un gran escudo y bajo él, cabeza y torso de caballero cuya espada apoya sobre el hombro derecho. Nótese en el tocado de la cabeza, a la manera de Carlos V, lo renacentista de su atuendo.

El decorado de la portada enlaza con el balcón principal, también enmarcado en columnas jónicas y que se corona con doble frontón triangular quebrado.

Muy interesante es la solana con cuatro arcos de medio punto, arcos con molduraje y sostenidos por pilastras cuadradas, los antepechados en hierro forjado… En el ángulo de la fachada principal con la de la solana conserva el palacio un garitón propio de construcciones anteriores de fortificaciones y torres.

Historia

Shelma Huxley, importante historiadora y experta en historia del País Vasco, nieta del ilustre escritor inglés Aldous Huxley, se ha referido en varias ocasiones al Palacio de Lobiano, del que destaca su notable interés histórico.

Este palacio, según afirma, es una de las joyas renacentistas del siglo XVI dentro del País Vasco y demuestra la importancia de pueblos como Ermua en la aportación del capital necesario para la construcción de barcos durante la “Carrera de las Indias”. Esta teoría echa por tierra la idea de que el capital provenía única y exclusivamente de los pueblos costeros.

Del estudio de algunos documentos del siglo XVI se desprende, según Shelma Huxley, que el primer dueño del palacio de Lobiano fue uno de los personajes más importantes durante el siglo XVI en el País Vasco.

Lobiano fue un armador de barcos que participó en la carrera comercial que se estableció con el Nuevo Mundo tras el descubrimiento de Colón y que se conoce como la “Carrera de las Indias”. La actividad mercantil de Lobiano se basaba en la compra de mineral de hierro en Bilbao. Este era embarcado en su nave rumbo al puerto de Sevilla, que era el punto principal del comercio con las Indias.

Allí con el dinero obtenido con la venta del mineral, compraba sal y partía de nuevo con rumbo a Terranova (Canadá) donde, con la sal comprada en Sevilla, salaban el bacalao que pescaban. Tras varios meses en Terranova, volvían a Bizkaia a vender el bacalao.

Imagen de los escudos de Lobiano labrados en la puerta del Palacio Lobiano
Este tipo de operación fue realizada en innumerables ocasiones y se dan anécdotas como la de un grupo de marineros que no querían ir a Sevilla si Lobiano no les llevaba luego a Terranova. Parece ser que Lobiano no tenía más de un barco al mismo tiempo y, cuando éste se hacía viejo, lo vendía en Sevilla y compraba otro nuevo.

Sobre la huella que la estancia de los marineros vascos dejó en tierras canadienses, la historiadora comenta que hoy, todavía, se encuentran en numerosas playas de la costa este del Canadá restos de tejas de las casas construidas en aquella época.

Este material era desconocido por las primitivas tribus indias que poblaban ese país y su aparición se debe a los marinos vascos.

Actualidad

Lobiano Kultur Gunea es un espacio destinado a la creación artística y a promoción y difusión cultural.

Se trata de un edificio de cuatro plantas en el que se ubican dos salas de exposiciones, dos salones de actos de diferentes dimensiones, una sala para ensayos de danza y otra para ensayos teatrales, un espacio que alberga la Escuela Municipal de Pintura y otro destinado a la programación de cursos y talleres. Teatro, conciertos, exposiciones, charlas, diaporamas, cursos, talleres y reuniones constituyen la actividad habitual de la instalación.

Algunos de estos espacios se pueden reservar para reuniones de colectivos, talleres o exposiciones.

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